Vivía en el mundo perfecto, donde todo era perfecto y al parecer todos eran perfectos. Me enamoré de la persona más increíble del mundo, la que me hacía soñar despierta, la que hacia que sienta que todo era posible. Extraño a ese personaje que apareció en el cuento tan rápido como se fue. Cuando estaba junto a él era ciega, pues no veía otra cosa que no era lo que él me hacia ver; era muda, pues no aceptaba otra verdad que no fuera la que salía de su boca; era sorda, no quería escuchar a los demás y era inválida, pues no me movía si el no lo hacía. ¿Dónde quedó este chico? En vez de avanzar sentía que retrocedía y que él se quedaba en el camino. Siento que este chico desapareció y que ni con la más alta recompensa va a aparecer.
Se fue para siempre.
Tal vez conocí al chico correcto en el momento equivocado, o lo que es peor, creo que conocí al chico incorrecto en el momento que más lo necesitaba. Mi problema es que me aferro demasiado rápido a las cosas, me entrego y doy todo de mí por ellas. ¿Porqué dar tanto si no recibes nada a cambio? Él fue el único que pudo destruir y hacer pedazos el mundo perfecto que había creado, todo eso que tenía se desvaneció, simplemente desapareció.
A veces esperamos demasiado para reaccionar a ciertas cosas, en este caso esperé demasiado para darme cuenta que no debía estar ahí, ya no era feliz, pero era necia y me negaba a creer que todo ya no era como antes, me aferré tanto que no quería dejarte ir.
Pero ahora ¿cómo puedes seguir queriendo eso que te hizo tanto daño?
Lo perfecto suele ser lo contrario a lo bueno ya que es irreal al ser todos seres imperfectos. Parte del proceso de crecimiento es aprender a querer en la medida y forma que no nos haga daño. Luego de eso se puede volver a querer con la misma intensidad.
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